lunes, 11 de febrero de 2008

Persiguiendo a Betty

Hoy no me ha sucedido nada emocionante... Porque supongo que perseguir a un autobús que pasa cada 40 min. lo hemos hecho todos... El otro día sí me sucedió algo que más que emocionante me resultó desagradable... Estaba en la parada del bus esperando a que llegara el mío para ir a clase cuando un chico se sienta a mi lado en el banquito de la marquesina. Sin conocerme de nada me saluda (supongo que por cortesía) y, aprovechando que una señora mayor me estaba contando sus males (que puedo decir, tengo don de gentes...), comenzó a hablarme. Yo llevaba mis cascos y estaba escuchando mi música y, sin ánimo de parecer antipática, la verdad, a las 9 de la mañana y con mucho sueño, no me apetecía ponerme a darle conversación a nadie. Aún así, el susodicho y cuyo nombre desconozco, insistió:
Qué faena ir a trabajar ahora, ¿verdad?.
Me quito el casco izquierdo: ¿perdona?.
Que digo que qué pereza tener que currar ahora...
¡Ah! Sí. (Le contesto no muy expresiva...). Vuelvo a ponerme el casco en el oído. Él mete su mano en el bolsillo y saca algo que me ofrece:
¿Quieres un caramelo?
Me quito el casco y, a juzgar por lo que vi, sin haberle oído, deduzco la pregunta y le doy una respuesta:
No, gracias. Vuelve a meterlo en el bolsillo...

NOTA: Me parece lógico e incluso de muy buena educación que si tú vas a comerte un caramelo le ofrezcas uno a la persona que tienes al lado, pero sí tú ya tienes un caramelo en la boca, ofrecerle uno a alguien que no conoces de nada hace que la otra persona recuerde cómo se sentía cuando su madre le advertía que no cogiese nunca cosas de los extraños... Y mucho menos un caramelo, ya que precisamente es el ejemplo más clásico en cuanto a lo que las lecciones de desconfianza se refieren.

Pues bien, así me sentí yo. Como esa niña indefensa a la que alguien quiere hacerle algo sin saber muy bien cuál es su intención.
Sé que puede parecer una tontería pero el chico no me dio mala espina hasta que no mostró ese interés tan repentino por mi persona. Me refiero a que no le juzgué por su apariencia sino por sus actos y, el conjunto de ambas cosas una vez que me paré a analizarle, no era muy bueno...
Tenía los ojos azules pero es de esos chicos que, si tuvieras que describírselo a una amiga, cuando llegara el momento de decirle de qué color son sus ojos y que lo tiene delante, ella preguntaría: ¿dónde? No le veo... Con esto quiero decir que el hecho de que tenga los ojos claros no le convierte en un Brad Pitt... De hecho, os aseguro que no era un Brad Pitt. Pero insisto en que yo no le juzgué por su aspecto inquietante y extraño, sino por su comportamiento; el cual podría ser descrito con la utilización de los mismos adjetivos. No es lo que dijo, sino cómo lo dijo... En ese instante llegó el autobús y por un monento pensé que se sentaría a mi lado... ¡Qué presuntuosa! (estaréis pensando...). Pues bien, puede que ese día fuese algo presuntuosa (ya que no se sentó a mi lado) pero también puede ser que me lo estuviera imaginando y que sólo fuese cuestión de tiempo (como así resultó ser...). Al día siguiente, en la misma parada, casi la misma situación... Por suerte para mí (ya que el tema me incomodaba), ésta vez ya había gente sentada a mi lado y él tuvo que quedarse de pie a la espera del autobús. Yo no le di más importancia pensando que el asunto estaba zanjado pero, cuando me he acoplado en mi asiento (y habiendo medio autobús libre), noto que alguien sienta su culo justo al lado del mío... ¿Adivináis quién era? ¡Pues no! ¡No era Brad Pitt! (Mira que pensar eso...). ¡Era el chico del que os hablaba! Hay que decirlo todo, eh... Sin más explicación, ahí estaba él, una vez más, haciéndome preguntitas cuando yo lo único que quería era oir a mi Bon Jovi...
¿Qué tal?
Me quito el casco: ¿dime?
Que qué tal...
Bien... Aquí... Intentando escuchar música... (Vuelvo la cara y miro hacia la ventanilla. Me pongo mi casco.).
Yo trabajo en un almacén...
(Me quito (de nuevo) el casco): ¿cómo? Espera, que apago el mp3 porque sino no me entero...
Que yo trabajo en el polígono de San Marcos...
Ah...
¿Y tú?
No. Yo no trabajo ahí. (Ja,ja,ja. Pensé. Está bien, seré buena... Pensé de nuevo.). Yo estoy estudiando...
Pues estudia mucho porque si no, luego te toca currar en alguna mierda...
Ya. Lo sé. Estoy... Y cuando voy a explicarle algo sobre mí; me interrumpe.
¿Te gusta el fútbol?
No, la verdad es que no...
Pues yo soy del... (no sé que equipo me dijo). Ahora está en segunda pero... Esta vez le interrumpo yo con mi agradable carácter...
¿Para qué me preguntas si me gusta el fútbol si, te diga lo que te diga, al final terminas hablándome de fútbol? (Se sonríe). (Irónicamente y sin que él se de cuenta de la intención, le sonrío yo. Acto seguido vuelvo a mirar hacia la ventanilla)...
Te noto seria...
¿Seria? ¿Acaso me conoces como para saber si estoy más seria de lo habitual? No se lo dije, pero me quedé con ganas...
¿Seria? ¡Ja! ¡Qué va! Es que estoy dormida... Mentira. Llevaba despierta desde las 6...
Pues yo es que me he buscado un currito pensando en ver si conozco ya a alguna pivita... Porque estoy a dos velas, ¿sabes? Estoy un poco desesperado y no se puede estar tan sólo en esta vida...
Ya.
Y tú, ¿qué haces por las tardes?

NOTA: ¡Ahí estaba la pregunta! Después de eso es cuando viene lo de: ¿quieres que quedemos? Y justo después de eso es cuando yo le digo: si tan desesparado estás, págate una puta pero a mí déjame en paz... Así que preferí ir por lo seguro...

¿Yo? ¿por las tardes? Bueno pues... eh... depende. ¡Ahí estaba la idea! A veces quedo con mi novio, con mis amigas... Vamos, que sólo me faltó decirle que además de estar muy cachas, mi novio inexistente era cinturón negro de kárate...
Ah... Bueno, pues yo me bajo aquí.
¡Maldita casualidad! Ya no sabré qué hubiera pasado, dicho o hecho...
El caso es que el jueves de la semana siguiente (yo sólo monto en ese autobús los jueves y los viernes), me llevó mi padre a clase y, el viernes, me monté en una parada anterior a la suya para evitarle. Me fui al fondo del autobús y, en la suya, me escurrí hacia abajo en mi asiento para que no me viera... Y no me vio... Y el otro día monté y él no estaba así que a ver que pasa esta semana...
De verdad que si las cosas se hubiesen desarrollado de otra manera y se hubiese molestado en conocerme un poco, yo hubiese puesto más interés pero con personas que sólo hacen lo que les apetece y cuando les apetece sin pensar en lo que puedan querer o necesitar otras personas, me niego. Es que, sencillamente y de entrada, ya vamos con mal pie...
Pienso sin acritud pero con sinceridad que ese chico debía tener un alto concepto de sí mismo para creer que podría "seducir" a alguien sólamente con su porte... Muy pocas personas pueden permitirse ese lujo y no todas consiguen siempre lo que buscan por eso, por las formas... Sólo das a entender que eres un engreído cuando nisiquiera eres atractivo. Y si encima de no tener ningún atractivo, haces esos comentarios de colgao, sólo vas a dar la impresión de ser un pervertido. Además es que ni aun siendo el mejor Brad Pitt del mundo hubiese conseguido nada porque la sensación de salido me la hubiese trasmitido igual con sus palabras y su modus operandi...
No sé. Tal vez las cosas se hacen así y mis oídos son demasiado sensibles y románticos pero la verdad es que me hizo sentir fatal...

domingo, 10 de febrero de 2008

El diario de Bridgett Jones

El otro día decidí hacer un monedero como manualidad, para lo cual necesitaba papel de regalo y cartón-pluma. El cartón-pluma es un material que, como podréis imaginar, es similar al cartón... Tiene el mismo grosor pero es más ligero y de color blanco. Después de este cursillo acelerado sobre la complejidad de un material como el cartón-pluma, os diré para más información que lo venden en distintos tamaños y que yo preferí comprarlo del tamaño de una cartulina grande...
Si a eso le añades los 3 rollos de papel de regalo que compré en los chinos (no sabía cuál elegir) y el rollo de forro de libros que iba a necesitar, te juntas con: una cosa rectangular y enorme que no te permite cogerla con la axila y con la mano de un mismo brazo (porque no te llega) y un montón de cosas redondas y largas lo suficientemente grandes como para que se te salgan de una bolsa y lo suficientemente escurridizas como para llevarlas bajo el brazo...
El caso es que como todas estas compras las hice cuando salía de clase, además de todo lo anterior, llevaba también la mochila con los libros... Pero no es una mochila normal de esas que se llevan a la espalda con sus dos asitas y todo eso... No. Es de esas que se llevan colgadas de un sólo hombro como si fuese un bolso. Vamos que, si la llevas colgada en el hombro derecho, tienes que ir inclinado hacia el lado izquierdo para que no se te escurra constantemente.
Yo me tengo que mover en transporte público (en autobús, más concretamente) así que me imagino que, si teneis una imagen mental de todo lo anterior, ya os estaréis haciendo una idea de lo que voy a contar...
En la mano del brazo donde llevo colgada la mochila, la bolsita de los huevos con los rollos de papel saliéndose casi en su totalidad (sólo cabía en la bolsa una cuarta parte del largo que ocupan...) y, en la otra mano, el cartón pluma que no puedo llevar con el brazo relajado porque sino me da en los pies... Llevaba cosas que no pesaban pero que hacían mucho bulto y que además eran incómodas de llevar.
A ver quién es el listo que, con todo esto y en plena zona de carga y descarga para los camiones, se pone a hacerle señas al autobús para que pare sin que piensen que le está dando un ataque de epilepsia y con cuidado para que no lo atropeyen... Pues bien, ese listo, soy yo (sólo que no parecía tan lista...).
A lo lejos, el bus. Y yo, a hacer señas con el cartón-pluma... Se para. Casi delante de mí. Abre las puertas. Me subo como puedo levantando el cartón-pluma para no dar con él en los escalones. LLego a la zona del conductor. ¡Por fin! Apoyo el cartón en el suelo y, sin querer, también en las piernas del conductor. Poco a poco se va escurriendo hasta que se tumba en el suelo. Mientrastanto, me meto la mano en el bolsillo para sacar el bono bus. Me doy cuenta de que está en el otro bolsillo. Dejo la bolsa con los papeles de regalo. Me coloco bien la mochila en el hombro. Meto la mano en el otro bolsillo. ¡Por fin! Saco el bono bus. Lo meto en la cajita esa que pita. Pita. Lo guardo en el bolsillo. Me coloco (otra vez) la mochila en el hombro. Cojo la bolsa. Cojo el cartón y me dirijo hacia el fondo del autobús en busca de un asiento libre. ¡Por fin! Lo encuentro. Y... cuando voy a dejar las bolsas en el asiento de fuera para sentarme en el de la ventanilla, el autobús arranca... Se me salen los rollos de papel de la bolsa. Me agacho a recogerlos (no sin antes dejar el cartón-pluma en el asiento y colocarme de nuevo la mochila, claro está...). Todo el mundo me mira. Hay gente detrás de mí que está esperando a que me quite de en medio para ir en busca de su asiento. ¡Por fin! Recogí los rollos, dejé la mochila y el cartón y me quité de en medio... Pero ahí no acaba todo. Cuando voy a pasar por delante del asiento del pasillo para llegar al de al lado, le doy un ligero toque al cartón pluma y éste se escurre para abajo una vez más. Al suelo. ¡Por fin! Me siento y lo recojo...
La conclusión es que si tuviera que escoger un personaje cinematográfico con el que me sintiera identificada, ese día, como tantos otros, habría escogido el de Bridgett Jones...

Atrápame si puedes

Ayer, mi madre y yo decidimos ir a Media Markt a comprar alguna peli barata por no irnos a Getafe centro al videoclub... (Hay que ver qué cara sale la pereza...) Y, cuando vamos a aparcar justo al lado de una camioneta blanca, vemos cómo un hombre lanza un objeto bajo ella interrumpiendo nuestra maniobra. Acto seguido sale corriendo y ambas, asombradas, nos preguntamos qué le pasaría. Justo antes de poder ponernos a elucubrar las posibles soluciones, la respuesta se descubre al ver a dos vigilantes del comercio persiguiendo al tío.

Yo, Juez Drez, me di cuenta de que había robado algo y decidí tirarme del coche medio en marcha y peseguir al ladrón para poder atraparle antes de que fuera demasiado tarde... Por fín le alcancé, le detuve y, con una llave de yudo, le retuve en el suelo. Los seguratas llegaron enseguida y, gracias a mí, lograron atraparle...

No cuela, ¿verdad? Ya. Me lo imaginaba... Sólo quería ver cómo sonaba y tal pero ya veo que mal...

La realidad es que, cuando el ladrón salió corriendo (eso sí sucedió de verdad), uno de los policías se agachó a por la prueba del delito mientras el otro perseguía al culpable. Al final le atraparon y, lo más heróico que hicimos mi madre y yo además de mirar el espectáculo que se formó, fue comprar la película de Next y decirle a un señor que pretendía colarse (y que al final se coló), que respetara el orden de la fila...