martes, 25 de agosto de 2009

Sarna con gusto no pica

Mola estar paseando por Carrefour con tu prima, ver una caja llena de bombas de chocolate y estar media hora decidiendo si las compras o no.

Es una decisión importante aunque pueda parecer lo contrario. Iban cuatro pero somos dos. Eso implicaba comernos dos cada una. Una se iría a las cartucheras y la otra a la tripa (menos a las tetas, a cualquier sitio). Hacía calor y el chocolate parecía derretido pero, metiéndolo en el frigo... ¿Y si estaban rellenas de crema en vez de chocolate? Eso sí que era importante. A ninguna de la dos nos gusta la crema. Desperdiciaríamos 2'95 euros y el mono de llevar la comisura de los labios llena de chocolate después de morder la bomba no se habría saciado... Además, de llevar lo que nosotras queríamos, habríamos de lavarnos los dientes justo después de comerlas (por eso de que se vean negros...).

Y, tras sopesar los pros y los contras, sin estar cien por cien seguras de qué llevaban por dentro, las hemos comprado. No penséis que el tiempo que dedicamos a tomar la decisión fue en vano... Creedlo firmemente.

Sólo era una forma de no sentirnos muy culpables. El tiempo de la operación bikini acabó hace meses y nosotras ni siquiera llegamos a empezarla así que no sé por qué no íbamos a invertir tres eurillos y treinta minutejos en unas bombas.

Contentísimas, hemos llegado a casa, hemos comido y justo después hemos ido a por la caja. Mi prima sostenía un cuchillo de sierra (íbamos a compartir una aunque acto seguido fuésemos a compartir otra), ha cojido la bomba, la ha puesto sobre un plato y, con la mano temblorosa, la ha partido por la mitad para que, finalmente, nos explotara en la cara. ¡¡Levaban crema!! Así que mi primo ha cojido una de las mitades y se la ha comido con un gusto tremendo (se ve que saber que serán todas para ti y nadie las tocará porque a nadie le gustan es como meterse en el papel del tío que anuncia "el gustazo de comprar a mejor precio" de Media Markt).

Decepcionadas, les hemos guardado unos segundos de luto y, automáticamente, nuestras mentes se han puesto a elucubrar las posibles alternativas. Así, como el terminator hace con los objetivos que debe eliminar, nosotras nos hemos puesto a visualizar bollería y posibles centros donde obtenerla. Enseguida, la tienda de al lao de casa de la aguela se ha puesto en rojo y las dos nos hemos levantado como locas. Los abuelos han preguntado, claro...

- ¿Ande van éstas?
- A por unos bollos de chocolate. - Respondió mi primo-
- ¿Pero no han traío ya unos der Carrefurr?
- ¡Sí! Pero ahora se van anca la Santi a por otros porque estos no llevan chocolate por dentro. (Todo esto gritando para que el sordo de mi abuelo y la sordaenpotencia de mi abuela se enteren, claro...).
- ¡Ah! Pues que cojan unos eros del moneero y se traigan to lo que quieran.
- No hay tiempo que perder, abuela. La prima invita. -Dije yo con firmeza y decisión-

Y eso hemos hecho. Hemos salido a las tres del medio día (con toa la calor) a por nuestras bombas de chocolate y, evidentemente, ya nos las hemos comido. :)