martes, 19 de mayo de 2009

Un chicle de menta para una chica demente

Quiero reconocer ante todo que me avergüenzo sobremanera de lo que me proporcionará un material de primera para redactar esta entrada.

Además es de esas cosas que te hacen sentir ridículo incluso estando solo en una habitación. De hecho, yo no puedo evitar insultarme, sonreirme y golpearme a mí misma con la mano en la frente cada vez que lo pienso.

Una tarde fui con mi madre al cine y, mientras ella sacaba las entradas, yo decidí ir a comprar unos bocadillos. Me puse a la cola, esperé mi turno, llegó y esperé de nuevo hasta que me trajeron lo que había pedido.

Mientras tanto, un señor que había a mi lado tomando un café de pie junto a la barra me saludó. Debía tener unos 35 pero claro, después de conocer el desenlace de todo, ya no puedo asegurar nada...

- Hola (me dijo con voz de tío interesante y sabiondo).
- Hola (le respondí con voz de notehagaselinteresante,gañán después de examinarle de arriba a abajo para asegurarme de que no le conocía).
- ¿Quieres un café?
- Pues no, gracias. No me gusta el café (es cierto pero, cuanto más borde e inaccesible pareciera yo, mejor; cualquier excusa era buena).
- Y... ¿un chicle de menta?
- Menos; acabo de pedir un bocadillo.
- ¿Cómo te llamas?
- ¿En serio piensas que estoy dispuesta a contestarte? Para ti el lenguaje corporal es una mera leyenda, ¿verdad?
- Entonces, ¿no me dejas invitarte a nada?
- Oye, ¿por qué no te vas a acosar a otra, pesao?

Y con las mismas cogí mis bocadillos (me los acababan de traer) y me fui a reunirme con mi madre. Enseguida se lo conté, claro y juntas bromeamos sobre lo mal que lo pasaría si fuese a ver la misma peli que nosotras y nos tocara en el asiento de al lado o algo así.

Bueno pues, después de todo, entramos en la sala, nos acomodamos en nuestras butacas y acto seguido vemos aparecer al tío que me había estado hostigando hacía sólo diez minutos.

Pero, para nuestra sorpresa (y seguramente la de todos vosotros), no estaba solo. Iba en un grupo con más señores (más o menos de su misma edad) y una chica joven al frente; encabezándolo, que muy amablemente les hablaba sobre la peliculita que iban a ver. Era cariñosa y simpática con ellos y, por lo que pudimos ver, estaba a cargo de todos... Les ayudó a encontrar sus asientos y les acompañó hasta ellos de uno en uno. Una vez sentados (y lo que me sirvió como prueba definitiva e irrefutable de lo idiota que puedo llegar a ser), ella les preguntó muy animada:

- ¿Vamos a ver esta peliculita y a pasarlo bien?

Y todos (incluído el acosador), respondieron que sí ilusionados mientras aplaudían y botaban de alegría y emoción sobre sus asientos...

Para el que todavía no lo tenga claro, eran un grupo de personas discapacitadas y la verdad es que a quien menos se le notaba de todos era al del chicle y el café.

¿Qué queréis que os diga? Me sentí fatal y mi madre se rió de mí durante tooda la tarde. Pero eso sólo fue hasta que llegamos a casa. Entonces se rieron de mí ella, mi hermano y mi padre durante tooda la tarde y yo me fui a llorar del sentimiento de culpa que tenía.

En serio, no se lo noté. Normalmente hay algún rasgo en la cara que te hace darte cuenta de esas cosas inmediatamente pero, en su caso, no lo había.

En fin, supongo que en ese grupo faltaba yo y sólo espero que esta entrada me sirva de redención para dejar de sentirme mal por aquello.

martes, 12 de mayo de 2009

Ni Goopy Goldberg en "Sister Act"...

A ver, voy a redactar esta entrada con toda la dificultad del mundo sólo para que José M. se quede tranquilo... José M., va por ti:

Este sábado he tenido una comunión. Recuerdo haber madrugado para arreglarme (no os digo la hora para que no os de un infarto de miocardio al leerlo), recuerdo haberme arreglado, recuerdo haber preparado mi mini bolso de fiesta con las cosas más necesarias e imprescindibles tales como el colorete, su brocha, la raya de ojos y el pintalabios y recuerdo, sobre todo, haber pedido a mi padre que llevase mi mvl en el bolsillo de su chaqueta porque en mi bolso ya no cabían más cosas necesaias e imprescindibles.

A las 12:00h. de la mañana ya estábamos todos en la iglesia. Mis primos iban a comulgar así que, como es lógico, el cura había comenzado el sermón y los invitados (prestando o fingiendo que prestábamos atención) guardábamos silencio; como Dios manda. (Esto último que conste que ha sido un gag; un guiño premeditado acorde con la situación ;) ).

Yo me coloqué en el tercer banco de la izquierda y mi padre se quedó al fondo, de pie, con la mayoría de agnósticos y ateos (yo también soy atea pero soy más cotilla que otra cosa y quería sopar y enterarme de todo lo que sucediera desde una buena posición).

A las 12:04h. exactamente, el cura cesa en su misión de hacernos conocedores de los inescrutables caminos del señor cuando un sonido estruendoso y obviamente inoportuno le interrumpe alterando la paz de la pequeña ermita...

Automáticamente supe que "River deep, mountain high" de Celine Dion no era una de las canciones del repertorio del coro sino la melodía de mi mvl. Mvl que mi padre llevaba en su bolsillo y que, siendo el mismo modelo que el suyo, no fue capaz de apagar hasta bien entradita la canción.

Todo el mundo se dio la vuelta para mirar con mala cara al impresentable que se había olvidado de apagar el mvl en una ceremonia tan importante para dos críos inocentes y entrañables que estaban celebrando junto a sus seres queridos el que hasta entonces sería el día más importante y feliz de sus vidas mientras por sus cabezas, seguamente, rondaba la frase "tú no deberías ser el protagonista"...

Según el testimonio de mi padre, eso vibraba tanto que se salía solo del bolsillo.

Además, el volúmen estaba a tope y es un mvl bastante nuevo así que el sonido es prácticamente impecable.

Él sólo recuerda haber levantado la mirada y haber visto a un montón de gente dada la vuelta, mirándole pero lo cierto es que dejó de ser el centro de atención cuando yo empecé a reirme a carcajada limpia sin poder parar.

Entonces se giraron de nuevo para mirar al principio de la iglesia y poder ver quién era la de la risa floja y descontrolada así que supongo que con eso su reputación quedó intacta.

Obviamente, a la salida se encargó de que quedara claro que el error había sido mío y que él era inocente de todo cargo pero, aún así, fue la gran excusa del día para poder reirnos de alguien; así somos nosotros. :)

Ésta es la famosa canción y se la dedico a mi padre. Un beso, ¡escandaloso!

* Imagináos esa pedazo de intoducción musical rockera quebrantando la armonía de la iglesia... Fue genial, la verdad. A mí sólo me faltó quitarle el micro al cura para ponerme a cantar y a bailar. De hecho, me extraña que nadie me pidiese que se la pasara para tenerla también como politono...