domingo, 15 de marzo de 2009

Érase una vez...

... Una abuelita porfiada. (La mía, concretamente).

En una ocasión estuvimos juntas en una cafetería que hay en uno de los cines de Madrid. Era el típico sitio en el que esperas sentada (si quieres, claro) hasta que llega la hora de entrar a ver la peli.
Cuando fui a la barra a pedir, el camarero que atendía allí empezó a entablar conmigo una interesante conversación así que le llevé a mi abuela el café y, mientras se lo bebía sentada a una de las mesas que había por ahí cerca, regresé para continuar la charla (sí, la dejé un ratico sola para no quedar mal con el chico... Era guapo, ¿sabéis?).
Todo iba sobre ruedas cuando, por desgracia, nos dio la hora de entrar al cine así que tuve que abandonar al encargado de agradar las tardes de abuelitas y chicas para amortizar el precio de las entradas.

Pero claro, eso no podía quedar así. Días después regresé con un amigo fingiendo que pasábamos por alli (¿quién va a la cafetería de un cine a tomarse algo? Qué puedo decir, somos muy buenos actores...).
El caso es que al rato mi amigo se fue y yo me quedé para estar más tiempo con el camarero. Aparentemente era un gran plan. Quería dejarlo todo bien atadito y resuelto y, por ello, he aquí mi primer gran error: avisé a mi abuela de que estaba pasando la tarde en Madrid para que supiera que, si me daba tiempo, pasaría a verla.
¿Por qué un error? Bueno pues porque esa información lleva consigo una serie de preguntas que desvelan sin que te des cuenta otro tipo de información cuando respondes sincera, inconsciente e inocentemente a cosas como... Dónde estás y con quién.

He aquí mi segundo error: dije la verdad. ¿Para qué coño dices la verdad? "Pues nada abu, aquí estoy con una amiguita, en el parque, comiendo pipas". Punto y final. Pero no. Yo fui sincera y encima creí que seríamos cómplices en el adorable juego del coqueteo por el mero hecho de haber compartido anteriormente con ella los sucesos que se produjeron la primera vez entre el sujeto principal y yo...

Ante semejante situación, mi abuela, por teléfono, me sugirió irme ya a su casa (no quería que estuviera sola, con 19 años, en una cafetería del mismísmo Madrid, un sábado a las siete de la tarde de un espléndido día de verano por si me pasaba algo). Obviamente respondí que no con el camarero delante, mirándome y le dije que estuviera tranquila porque estaba bien.

Cuando parecía que todo iba a pedir de boca y mientras continuaba la conversación (habrían pasado unos diez minutos desde mi última llamada), suena mi móvil. "Perdona", le dije al chico.
- ¿Sí?
- Hola María, soy yo. (Abu Mvl).
- Diiime
- Que estoy pensando que no te recojas muy tarde porque te tienes que ir hasta Getafe y tienes un paseo...
-Ya, abu. Lo he estado pensando y me quedaré a dormir a tu casa, si te parece bien.
- Vale, hija. Mejor... Así no te tienes que ir tú solita a casa y mañana puede venir tranquilamente papá a buscarte.
- Vaaale. Bueno, te dejo. Un besito.
- Un besito, hija. Adiós, adiós.

"Mi abuela", le dije al chico.

Una vez más, todo volvió a la normalidad y el camarero y yo empezamos a reirnos de algunas cosas pero... la gracia duró bastante poco. Mi móvil volvió a sonar. "Perdona", le dije otra vez al chico.
- ¿Sí?
- Hola hija, soy yo. (Abu Mvl).
- Sí abu, lo sé... Dime.
- Noo... Nada... Que pasaba por aquí con Fibi (Phoebe en realidad; la perra) y quería saludarte.
...
Estoy aquí fuera, ¡mira! (Me levanté del taburete y dije "hola" con la mano a la abuelita y al perro que estaban al final del pasillo, detrás del cristal). ¡Ya te veo!
- (Entre dientes) Sí... Y yo... Bueno abu, que estoy hablando, luego nos vemos, ¿vale?
- Vale. Un beso.

En cuestión de segundos (al minuto de colgar), suena mi móvil otra vez. "Perdona" (si te queda compasión), le dije al chico. "No sé qué pasa hoy..."

-Abu, dime.
- Hola María. Oye, que estoy pensando (por qué pensará) que me voy a sentar en el banco este de aquí fuera con Fibi y te espero hasta que acabes...
- Abu, ¡no! ¡Ni se te ocurra! Vete a casa ya, por favor... Yo iré cuando termine. Estate tranquila.
- ¡No! Si no me importa... Yo te espero aquí tomando el fresco y nos vamos juntitas...
- Abu, ¡que no! (Ya de mala leche).
- Bueno hija... Pero no tardes. Y no se te ocurra irte sola con él a ningún sitio, eh...

(¡Como si fueras a dejarme!).

- Que noo. Venga... Y deja ya de llamarme porque no me has dejado ni beberme una coca-cola entera.
- Vaale. Venga. No tardes. Un beso.
- Un beso.

Serían como las ocho de la tarde cuando... Suena mi móvil una vez más. ¿Mi abuela? Nop. Mi padre.
- Trae (me dice el chico). Yo lo cojo.
- No, no... Lo que faltaba.

- ¿Sí?
- Hola. ¿Dónde estás?
- (Puf... Aparentemente, tercer error). Estoy en una cafetería.
- ¿Con quién?
- (El chico delante) Papá, no puedo hablar...
- Pero, ¿dónde estás?
- En una cafetería... (¡maldita sea!)
- Joder, María. Ya lo sé... Pero, ¿en cuál?
- En una que hay en uno de los cines de Fuencarral.
- ¿Con quién?
- (Me levanto nuevamente del taburete sin soltar el móvil mientras informo al chico con un gesto de que volvería enseguida) Con un amigo.
- ¿Qué amigo?
- Un camarero.
- Pero, ¿de qué le conoces?
- Oye papá, ya hablaremos, joder... Que ahora estoy ocupada...
- Vale. Bueno, un beso. Adiós.
- Adiós.

Incomodíasima, regreso a la barra e intento disimular la mala leche que se me estaba poniendo y, añadiendo un toque humor, le digo que si tenía pensado hacerme algo, tendría a varios agentes de la CIA sobre él en menos que canta un gallo. Él se ríe y me dice que eso es porque se preocupan... (Claro, como no era él el que tenía que responder con monosílabos cada diez segundos para no parecer idiota...).

La cosa es que al final, después de haber estado toda la tarde solos (no suele ir mucha gente a esas cafeterías), logramos que el ambiente fuera más distendido y, misteriosamente, sin llamadas... Me ofreció un chupito gratis que después compartimos (no soporto el alcohol pero no podía negarme) y hablamos y nos reímos de muchas cosas. A las diez y media decidí que ya era una buena hora y le dije que me marchaba. Él me dijo que salía a las once, que le esperara y me acompañaba a casa. Yo le dije que vale y así lo hicimos.

Salimos y, a mitad de camino...

-¡¡¡Abu!!! ¿¿¿Qué haces aquí???
- (Con una sonrisa forzada) Pues iba a buscarte ya porque es muy tarde...
- Abu, te presento a Javi. Javi, mi abuela...

- Hola (dijo Javi).
- Hola, encantada (respondió) (mentirosilla...).

-Bueeno... (Miro al chico) Parece que ya me acompaña ella... Ja,ja,ja (ni puta gracia).
- Ja,ja,ja. Sí...
- Muchas gracias de todas formas. (Mi abuela ya tiraba de mí).
- No hay de qué. Encantado de haberte visto otra vez.
- Igualmente.
- Adiós
- Adiós.

Aún no se había dado la vuelta y mi abuela ya me estaba diciendo:
- No te he dicho que no te vayas con él a ninguna parte...

Y claro, todavía yo tenía que agachar las orejas por mentirle e irme sola con él...
Me preguntó que qué tal la tarde y, ahora sí, mi tercer error (que a decir verdad, fue el mismo que el segundo): volví a contar la verdad.
- Pues, salvo por vuestras llamadas, bien... Hemos estado hablando y eso, me ha invitado a una coca-cola y a un chupito...
- (Escandalizada y sin dejarme acabar la frase) ¡Y ENCIMA QUERÍA DARTE ALCOHOL!
- (Desesperada) Sí, abu, sí... Y me ha pedido que oliera profundamente la raya de harina que me había preparado porque decía que, después de lo que me había inyectado por vena, el aroma era más intenso...

Parece que todo termina aquí pero, al día siguiente, me entero de algunas cosillas... Yo estaba en la cafetería y, mientrastanto...

(Papá, en casa)
- ¡Uy! Tengo una llamada perdida de mi madre. Voy a llamarla.

- ¿Sí? (Hijo Mvl)
- Mamá, ¿me has llamado?
- ¿Yo? Nooo...
- Mamá, era una pregunta retórica; tengo una llamada perdida tuya...
- Bueno, sí. Te he llamado. Pero es que me he arrepentido porque, si se entera María, me mata...
- ¿¡Qué pasa!?
- Nada. Que me ha dicho que está en Madrid en una cafetería y está con un camarero que no conoce de nada...

Y así fue como sucedió. Menos mal que cuando mi padre llamó, conté la verdad...

Moraleja: yo que sé.

Miente desde un principio y punto. Y, sobre todo, apaga el móvil cuando vayas al cine.