domingo, 22 de febrero de 2009

Las Personas y los Colores

Antes de nada (y así aprovecho y lo utilizo a modo de introducción en plan... guay), me gustaría anticipar que al leer esta entrada, habrá personas a las que les encantará el tema porque serán capaces de verse reflejadas, personas que no llegarán a entenderlo porque sencillamente les parecerá ridículo y personas que lo entenderán perfectamente y a las que podría encantarles (porque incluso alguna vez se lo han planteado de esta forma) pero que se negarán a reconocerlo porque se sentirían ridículos por ello.

Bajo mi punto de vista, este último grupo de personas se lleva la peor parte...
Pero bueno, ése es otro tema (creo que es demasiado denso como para explicarlo por escrito y demasiado complicado como para entenderlo o relacionarlo con lo que trataré en esta entrada) así que, dicho esto, Las Personas y los Colores:
Ayer me di cuenta de que sería capaz de describir a las personas dependiendo del color que les pondría si fuesen, por ejemplo, un dibujo. Obviamente el color que pondríamos a una misma persona varía en función de quién sea el que la pinta pero, con mi perspectiva y por las sensaciones que me transmiten a mí los colores, tengo bastante claro cuál sería el de las personas más cercanas a mí; a las que más conozco...

Es un ejercicio muy intuitivo y subjetivo pues, como he dicho, depende totalmente de la persona que colorea. A todo el mundo no le sugiere lo mismo el color verde (por ejemplo) y, dependiendo de lo que te transmiten las tonalidades, pondrías uno u otro...
También es cierto que la cosa varía en función de cómo os imaginéis los colores así que haré algo al respecto para que sepáis qué tono exacto veo yo para cada uno... Estuve imaginando a personas a las que quiero y ya las he asociado a los colores:

- AÍDA. Aída para mí sería el ROJO. Es viva, intensa, emotiva, apasionada, sensible... Pero también es sobria, segura, firme, constante...
- MONTAÑA. Ella sin duda sería el ROSA. Es ingenua, buena, sensible, infantil, tierna y alegre...
- LAURA. Laura sería dos colores, el MARRÓN y el VERDE. Tiene muchos cambios de humor pero toca todos los palos... Es clásica, prudente, elegante, serena y también sobria... Pero a veces también es verde porque el verde se hace con AZUL y AMARILLO. Es tranquila, relajada y buena razonadora pero tiene una faceta alegre, divertida y optimista. Al final es verde (y no azul ni amarilla) porque, en resumidas cuentas, ella es una persona muy idealista y a mí el verde me inspira eso...
- ANTONIO. Antonio es mi primo y no le hubiese mencionado de no ser un fiel reflejo del color BLANCO. Es un caso que no puede pasar desapercibido porque lo tengo clarísimo. Es seguro, transparente, claro y muy directo y sencillo. Para mí, blanco. No hay vuelta de hoja y así es él.
- Y yo... (MARÍA) Bueno, yo me veo AMARILLA y a veces TURQUESA y a veces MORADA. Sé que soy la que más colores tiene pero entended que soy yo, que hablo de mí, que me conozco y convivo conmigo todo el tiempo; no puedo describir a todo el mundo con la misma exactitud con la que me definiría a mí...
Me doy cuenta al elaborar mi teoría de los colores que me describo con los que más me gustan. Será por eso que inconscientemente son mis favoritos, porque me identifico con ellos...
Que por cierto, ahí es donde entra también la forma en que nos vemos o nos gustaría vernos. Yo no sé si las personas a las que he descrito se identifican con los colores con que las he descrito pero por mi percepción de los mismos, para mí son claramente así. También podrían decirme si se identifican con cómo las defino y después juzgar si, en base a estar de acuerdo con eso, se pondrían otros colores... Porque sería muy probable que ellos se describieran como lo hago yo pero que se atribuyeran otros tonos porque les sugieren otras cosas distintas a lo que me sugieren a mí.

El caso es que yo me veo con esos colores porque me considero una persona alegre y enérgica, peculiar o rara con el toque de bondad que transmite el turquesa, también razonadora e idealista (el turquesa está hecho a base de azul y verde) y complicada y con mala leche (si se me provoca), pues yo creo que el morado es claramente para personas complicadas e incluso algo retorcidas.

Me gustaría añadir que, como en la entrada de los pepinillos (Aidu, va por ti), la persona ideal sería aquella que lograra reunir todos los colores y ninguno a la vez (sea lo que sea lo que signifique eso)...

*Al releer la entrada me he dado cuenta de una cosa... Y es que, al principio digo que para establecer colores he estado pensando en las personas a las que quiero y, cuando llego a mi primo, digo que no le habría mencionado de no tener muy claro qué color sería... Bien, pues eso no lo digo porque no le quiera. ¡¡Jajajajajajaja!! Lo que ocurre es que me he limitado sólo a hablar de mis amigas, que sé que entran con mucha frecuencia en el blog y que les gustará saber cómo me las imagino porque, si tengo que poner a toda mi familia, además de que nos podemos morir, no sería emocionante porque no lo leerían... Y con mi primo ha sido un caso especial porque, cuando me di cuenta de que no sabía qué me inspiraba el blanco, al pensarlo, vi su cara como si de una revelación se tratase... Así que, aclarado esto: primo, ¡te quiero! (Aunque sea Laura la que tenga que decírtelo porque tú no entras a leerme :( ). ¡Muchos besos!

jueves, 19 de febrero de 2009

Vaya par de dos

Hoy he recordado un par de anéctotas que sucedieron cuando estaba en el internado. No me sucedieron a mí directamente pero son reales y yo tuve el placer presenciarlas y la suerte de recordarlas años después para poder reirme...
El internado era un colegio normal, con horarios normales y gente (en general) normal. La única diferencia es que, después de las clases, había personas que se iban a sus respectivas casas y otras (como yo en este caso), que se quedaban en el colegio para tener un horario de estudio más allá de las horas establecidas.
Una tarde, en una de las aulas, a un compañero le surgió una duda y se acercó al profesor de turno para preguntársela. El profesor, se ve que no podía ayudarle sin tener más información y le pidió a otro de mis compañeros que, por favor, fuese al aula de segundo de bachillerato y pidiera un libro de Luis Cernuda...
Tras un buen rato, este chico aparece y lo hace con las manos vacías. Entonces, el profesor le pregunta por el libro y el chaval añade (textualmente):
- Profe, ese Luis Cernuda debe de ser externo porque he reguntado por él para pedirle el libro y no hay nadie que se llame así...
Esto es verídico, eh... Juro que fue así. Y claro, imaginad las carcajadas de todo el mundo cuando el chico dijo semejante estupidez...
La otra cosa que recuerdo es la que nos contó uno de los monitores del internado. Le había sucedido con Perfecto, un chico del que he hablado entradas atrás y sobre el que he dicho, también literalmente, que tiene un nombre muy, pero que muy irónico y ahora entenderéis porqué...
Resulta que el chaval se quejó a este monitor de que en su habitación hacía frío. Le comentó que por la ventana pasaba más aire del que debía y que se iba a resfriar. Ante esto, el profesor le respondió que en su habitación también hacía frío y que no podían hacer nada y, a Perfecto, la explicación más lógica que se le ocurrió para justificar que no es que él fuera un quejica, sino que sin duda en su habitación haría más frío que en la del monitor (y que por eso tal vez él no tendría tantos motivos para protestar), fue decir que, obviamente, él no lo pasaría tan mal porque su ventana tenía barrotes...
Así es, señores... Había gente así en el internado y, gracias a esas personas, a los residenes se nos hacía mucho más amena la estancia.

lunes, 16 de febrero de 2009

Reflexión de mierda pero Reflexión

¿Por qué todo el mundo hace siempre la misma gracia en el cine? Sí. Cuando se encienden las luces después de los tres trailes y justo antes de que empice la peli.
Todo el mundo (o como poco la mitad de la sala porque es cierto que si no sería decirle al de al lao lo mismo que el de al lao te está diciendo a ti y eso tampoco es), mira a la persona con la que va y le dice:
- Bueeeeno... Ya podemos irnos. O...
- Bueeeeno, ¿te ha gustao? O...
- A mí se me ha hecho corta...
Ja,ja,ja,ja. Qué gracia oye.
Siempre es igual. Y si no, lo de:
- Ésta ya la he visto...
... cuando sale rugiendo el león de la Metro Goldwin Mayer o se ve el cartelito de colores de Filmax...

lunes, 9 de febrero de 2009

Anormal de carrito

Nunca he contado algo que me sucedió con mi padre cuando fuimos a uno de los conciertos que dio Chayane en Madrid. Fue divertido y todavía me río cuando lo pienso pero no sé si, por escrito, tendrá la misma gracia... :s
Yo me quería llevar Coca-cola (para variar) y decidí vaciar dos latas en un recipiente de estos que se utilizan para los batidos y las mezclas. Dicho recipiente (marcado con las líneas de los litros y los centilitros por fuera), en la tapadera lleva un taponcito que se abre con mucha facilidad si lo empujas hacia arriba con el dedo. Si quitas la tapadera, puedes vaciar y llenar el recipiente con más rapidez pero, si simlemente levantas el tapón, dejas la apertura justa para poner el morro y beber...

(Eh... vale. Sé que no sois tontitos y que seguramente lo habréis entendido a la primera pero, como me gusta dar muchos detalles para que os hagais una idea de la realidad, no sé si con esto basta porque describir un tarro de esos no es sencillo, ¿sabéis? Bueno, en caso de duda, dejad el comentario.).

La cosa es que sabía que tenía que tener cuidado (no sólo por mi habilidad para descubrir tapaderas y aperturas de fácil manejo en los recipientes), sino porque mi padre también me lo advirtió (era suyo y conocía los secretos y debilidades que aquel vasazo de plástico escondía...).

(¿Veis? Ya he soltado sin que os deis cuenta que era de plástico. Y, si caben dos latas de Coca-cola, tendréis una imagen también del ancho y el alto que, como mínimo, podía tener...).

(Cabían las dos latas justas, ya os lo digo...).

Volviendo al tema, decidí meter el "táper" una vez lleno en una bolsa de plástico para "prevenir".
- Padre: ¿qué haces?
- Mery: ¿no lo ves? Lo meto en una bolsa por si se sale... (A esta frase, ponedle voz de recochineo en plan... ¿¿estás ciego??).
- Padre: María, eso se te va a abrir seguro. Y el hecho de que lo metas en una bolsa no hace mucho... Esas bolsas siempre tienen agujeros o rajas y pierden por algún sitio. (Y a ésta, ponedle voz de paciencia en plan... no seas tonta, hija).
- Mery: que no, hombre... Que no. (Recuerdo haberle dicho). Las bolsas de plástico son impermeables. Ya es mala suerte que esté rota...
- Padre: María, que no... Que con esas bolsas no hace falta tener mala suerte. Está rota seguro. (Voz de experiencia y sabiduría en plan... hazme caso.).
- Mery: ¡ay! Bueno... Si tampoco pasa nada. Si la llevo así; hacia arriba, recta, no se sale... No te preocupes.
- Padre: bueeeeno. (Dijo por no discutir. Ahora lo veo claro...).

Salimos, nos montamos en el coche y, en vista del tráfico que había, decidimos meterlo en un parking al llegar a Madrid capital para coger un taxi desde allí (la puerta del recinto estaría llena de coches y sería imposible aparcar).
Íbamos con prisa (pues me entretuve preparando cuidadosamente cada detalle).
Aparcamos en el aparcamiento y subimos la cuesta a paso muy, muy ligero.
Y claro...
Bolsa pa' arriba, bolsa pa' abajo...
Rodillazo a la bolsa...
Paramos a un taxi, le indicamos la dirección y, cuando me relajo y decido echar un ojo a mi Coca-colita...
No me hizo falta mirar dentro de la bolsa. Bastaba con observar el chorrito que estaba cayendo en la alfombrilla del taxi.
Acojonada por si el conductor se enteraba y agobiada por la hora y la situación, se la di a mi padre rápidamente; sin explicaciones, con un simple "toma...".
Mi padre, anonadado y mientras se preguntaba "porqué coño me carga a mí con la bolsa", me miró y...
- Santo padre: (después de ver el hilo de Coca-cola saliendo por la bolsa... no dijo nada).
¡Se quedó con una cara...! Completamente boquiabierto. Alucinando y tremendamente agobiado. Sin saber qué hacer o dónde meterse. Mareaba la bolsa pensando qué hacer con ella. Yo creo que, en ese momento, ni siquiera pensó "te lo dije". Tenía que actuar deprisa. Ser discreto pero rápido así que decidió bajar el cristal y sacar la bolsa para no manchar más el taxi.
Automáticamente el conductor miró hacia atrás y, al ver a mi padre con medio cuerpo asomado por la ventanilla, mientras de su brazo estirado colgaba una bolsa, preguntó...
- Pobre señor taxista: ¿ocurre algo?
Yo no pude aguantar más la risa y exploté.
El taxista se mosqueó y se agobió. No paraba de mirar hacia atrás y yo no paraba de reir. Me costaba respirar pero al final logré hablar...
- Mery: no se preocupe. ¡Ja,ja,ja,ja! y... ¡ja,ja,ja,ja! No pasa nada...
- Padre: (concentrado en no darle al coche de al lado) tranquilo. Es que, chorrea un poco... Pero no se preocupe porque no le hemos manchado nada...
(Dijo mientras yo pasaba un clínex por el asiento y él chapoteaba con sus pies en la alfombrilla encharcada).
Durante unos minutos el taxista se paró en un túnel a consecuencia del tráfico y mi padre aprovechó para bajarse corriendo a vaciar el recipiente. Tiró el líquido ahí en medio, entre un montón de coches y metió el tarrito en la bolsa para llevárnoslo sin riesgos, tras escurrirlo varias veces.
Pero ahí no acaba todo...
Al llegar a la puerta y pedirnos las entradas, el tío que las revisaba me dijo que no podía entrar con eso así que, cuando mi padre me preguntó por su vaso para los batidos, tuve que darle la mala noticia...
- Mery: lo he dejado ahí...
- Padre: ahí, ¿¿dónde??
- Mery: pues en la puerta... (en plan... ¿¿estamos tontos??)
- Padre: (alucinao y resignado) o sea, que después del por culo que has dao con la Coca-cola, no sólo te lavas las manos cuando se sale y empieza a pringar el taxi sino que además, tiras mi tarrito y me dejas sin él...

Y así fue como llegamos al concierto. Yo no bebí Coca-cola, mi padre perdió su recipiente y Chayane estaba tan lejos que parecía uno de los muñecos de Playmobil...

jueves, 5 de febrero de 2009

La Generación Betadine

Esta generación se inicia conmigo...
Ayer me hice el pendiente y hoy me lo he quitado porque me he dado cuenta de que tengo que hacérmelo más arriba para que me quepa otro agujero entre el que ya tengo (es decir, el que me hicieron al nacer), y el que me voy a hacer otra vez/me hice ayer...
¡A sufrir otra vez! ¡Y venga Betadine pa' que cicatrice bien!
Esto será recodado como el pendiente más corto de la historia.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La Generación del Oraldine

Bueno, antes de comenzar con el tema de esta entrada me gustaría decir que el de la cadena está muerto... No por nada, sino porque no se me ocurre un favor así... superguay, en el que invertir y depositar mis esperanzas. No quiero desperdiciarlos. ¿Y si los gasto y luego se me ocurren otros cojonudos? He de pensarlo bien... Pero lo llevaré a cabo; más tarde o más temprano, lo haré.
Esta entrada está dedicada a los piercings y estas cosas... Hoy me he hecho un segundo agujero en la oreja izquierda y estoy esperando a que se baje la hinchazón para hacerme el tercero. Ha dolido un poco, la verdad. Pero si he soportado infinidad de punzadas con los tatuajes (en dos ocasiones además), superaré esto. Lo cierto es que me va a resultar incómodo dormir de ese lado durante las próximas dos semanas pero sé que luego disfrutraré poniéndome pendientes distintos.
El caso es que hoy, debido a mis agujeros, he recordado una época del internado en la que a la gente le dio por hacerse piercings.
NOTA: Eh... Perdón, sí. Se me ha olvidado comentar que yo estuve en uno. No era un internado como el de la serie. Ni estaba Amparo Baró, ni Luis Merlo, ni el buenorro de ojos azules... Pero bueno, estaban Mª. Elena (alias "la virgen"), El de informática (norecuerdosunombre alias "Suarzaneguer" (así como suena)) y Perfecto (un chico con un nombre muy, muy irónico, pero real). Tengo muchas anéctotas; un día de estos contaré alguna.
Pero a lo que voy, es a que durante el curso que hice 1º. de Bachillerato (entonces aún llevaba un buen ritmo así que tenía la edad que había que tener para cursarlo), vino una oleada de personas que se hicieron piercings en la lengua... Les dio por ahí y, lo que más recuerdo de aquel año, es a un monón de tías en el cuarto de baño, enjuagándose la boca con el frasco de Oraldine al lado.
Estoy segura de que hay una generación entera que será recordada como "la Generación del Oraldine".