martes, 25 de noviembre de 2008

Mejor... imposible

Hoy me he preguntado qué diferencia existe entre una costumbre y una manía.
Sí, sé que todos sabemos lo que significa cada cosa; su definición aproximada y, si no lo sabemos, lo buscamos en el WordReference o... en el diccionario. Pero la duda que a mí se me presenta es si, aun conociendo su definición, sabríamos diferenciarlas...
Yo tengo algunas manías o... costumbres, no lo sé muy bien. Intento ceñirme a sus respectivos significados para catalogarlas pero no lo consigo.
COSTUMBRE: hábito adquirido por la práctica frecuente de un acto (u sea sé, lavarse la cara por las mañanas o ir al gimnasio).
MANÍA: 1. Preocupación fija y obsesiva por algo determinado (u sea sé, mantener siempre en la misma dirección, perspectiva y posición exacta las matrioskas o muñecas rusas que nos regaló el abuelito). 2. (y el kit de la cuestión) Costumbre extraña, caprichosa o poco adecuada (u sea sé, besar el póster de Johnny cada noche antes de acostarte).

NOTA y dato importante: en la definición de manía aparece la palabra costumbre... (Será por algo).
NOTA DOS y dato aún más importante: lo de Johnny no lo hago todas las noches.

El caso es que hay manías y costumbres claramente definidas y clasificadas, ¿no? Pero, ¿qué hay de lavarse las manos dos veces siempre que te lavas las manos? No sé, yo lo hago porque me da la sensación de que, aunque no las haya metido en barro, el primer ojo de jabón es para quitar la suciedad en general y el segundo para asegurarse de que no hay suciedad alguna y de que quedan limpias...
He preguntado a los que me rodean a cerca de mis costumbres o manías y mi padre me ha dicho que tiene una imagen mental de mí quitándome los anillos para darme crema en las manos. Acto seguido yo le he dicho que para echarme crema, he de quitarme los anillos...
Y él a eso me ha respondido que mi manía no era quitarme los anillos sino darme crema.
(Ains...).
¿Eso qué es? Es una costumbre, ¿no? Yo no estoy dándome crema cada diez minutos. Sólo lo hago después de lavarme las manos un par de veces... (Se resecan mucho).
También me ha recordado aquellos masajitos en los dedos de las manos. Los cogía uno por uno y, de vez en cuando, se saltaba alguno para dejarlo sin masajear porque sabía que me fastidiaba... ¡Uf! ¡Qué rabia! Era injusto; descompensado; dejaba a alguno sin sensación de haber sido toqueteado cuando todos los demás estaban satisfechos... Era como si todos pesasen más que el que había marginado y dejado sin masajear. Así que yo iba y lo masajeaba más o menos el mismo tiempo que había invertido él en los demás para no notar el desequilibrio y paraba cuando sentía que ya estaban igualados a sobeteo. (Vaale. Eso puede que fuera una manía).
Después, he preguntado a mi hermano (¡en qué hora!)... He tenido que pedirle por favor que parase porque no pretendía escribir un libro sino una humilde entradita, en un humilde blog...
Me ha recordado mi manía de meter al perro en la cama, la de querer llegar siempre al fondo de cualquier verdad discutible, la de querer sacarle punta a todo, la de querer decir siempre la última palabra... (Amos, que soy insoportable).
Pero... ¡eso no son manías! Son formas de ser o defectos de la personalidad de una, pero NO son manías. Además, hay una explicación lógica y racional para cada una de ellas: yo no meto al perro en la cama porque el perro se llama Oso y el nombre le va al pelo... Meto a la perra. Y más bien se diría que es, sencillamente, una mala costumbre. Y tampoco. Porque no es un perro callejero... Es MI perra. Le paso una toallita por sus partes siempre que realiza sus necesidades... En fin, la trato como a un ser humano. Tanto es así que, si César Millán nos viera, le quitarían el programa por fracasar en el intento de convertirla de nuevo en perro... No tiene arreglo. Es como una de nosostros; ¡entiende el idioma!
En cuanto a lo de querer llegar siempre al fondo de cualquier verdad discutible... Bueno, eso es discutible.
Y lo de querer sacar punta al lápiz constantemente... En realidad es algo inevitable para mí porque yo, si he de elegir entre paz y rectitud, elijo rectitud ¡maldita sea!
La conclusión a la que llego con todo esto (aunque pueda parecer algo primitiva a simple vista) es a la de que, to' lo malo son manías y to' lo bueno, costumbres... (Y que, de momento, nadie ha sabido decirme alguna de mis costumbres)...
Pues que sepáis, ¡¿eh!?, que yo acostumbro a... a... a ver, yo acostumbro a... ¡Bueno! ¡A algo acostumbraré yo, ¿no?!

¡Ja! ¡Ya sé! Mi madre siempre me dice: "María, tienes la costumbre de dejar el vaso ahí... ¡y luego se queda la marca en la madera!...".

P.D. para Papá/anónimo (que nos conocemos)...: Y recuerda, si por alguna remota casualidad vieses una falta de ortografía en la entrada, me llamas, me dices dónde y yo, gustosa y sigilosa, la corrijo. ¡Y aquí paz y después gloria! Nadie se entera y la entrada queda de p.m., pero no lo publiques en los comentarios porque quedo como el culo, haz el favor... Un beso.