lunes, 17 de marzo de 2008

Mentirosos Compulsivos

Hoy ha sido en mi vida el día de los Santos Inocentes...
Tras un largo paseo por la ciudad con mi abuela, ambas hemos decidido ir a comer a un restaurante chino (más que nada para recuperar los 20g que hayamos podido perder en el proceso.). Una vez allí, ella me ha preguntado si los chinos suelen ser muy caros (aún la mujer no se ha convertido en la nueva Audrey Hepburn...). Yo le he dicho la verdad. Le he dicho que me diera a mí los 50 euros que cuesta normalmente el menú y que yo ya pagaría mi parte y las bebidas de las dos...
Es broma. Le he dicho que no y entonces ella se ha ofrecido a invitarme. Me ha dicho que pidiese lo que quisiera y demás y así lo hice. Hemos comido todo lo que hemos querido y más y, al pedir la cuenta, me pregunta de nuevo:

  • Hija, esto no es muy caro, ¿no?
  • No.
  • Con 10 euros tendremos, ¿no?
  • ¡No!
  • ¿No?
  • ¡No!
  • Pues sólo llevo eso...
  • ¡No jodas abu! (abu es el diminutivo de abuela).
  • Hija, si me has dicho que no era caro... Pues no llevo más dinero encima... No ves que tengo que venir de Madrid y me pueden robar... Como no íbamos a hacer mucho gasto y tú me has dicho que no era nada caro, pues yo he supuesto que llevábamos bastante...

En ese momento no podía evitar pensar si los platos cuadrados que ponen en esos restaurantes dan problemas a la hora de ser fregados. Sobre todo por hacerme una idea del tiempo que nos iba a llevar dejarlos todos limpitos... Mi mente no paraba de elucubrar alternativas que no fuesen las de quedarme allí a currar como una china (nunca mejor dicho) para saldar nuestra deuda.

Me empezaron a entrar unos calores tremendos cuando vi cómo el chino se dirigía a nosotras con una libretita marrón que contenía el precio de nuestra cabeza. Podía notar todas y cada una de las gotas de sudor deslizarse por mi frente mientras la imagen del camarero se acercaba a cámara lenta. Su cara se desvirtuaba y se tornaba a una con un gesto más agresivo. Movía la libretita como si de un abanico se tratase mientras se reía a carcajada limpia con una cara perversa... El pasillo se hacía cada vez más pequeño y el chino cada vez más grande (sin llegar a sobrepasar el 1´30m. claro está...). Por mi mente pasaban excusas a mansalva pero ninguna de ellas eran lo suficientemente buenas como para que nos dejasen salir de allí después de haber comido tanto... Así que decidí dejar las excusas y planear nuestra huída pero entonces el chino se puso en "Play" y comenzó a acercarse cada vez más deprisa (primero se puso en "Play" y luego en "FFW" [>>I ] ). El único plan que se me ocurrió fue el de dar una voltereta doble y salir por la ventana pero al ir con mi abuela, no hubiera sido posible, claro...

Al fin, deja la nota en la mesa. Su cara ya estaba normal (seguramente para que nadie se diese cuenta de la tortura a la que me había sometido segundos antes con esa mirada penetrante con la que me hacía saber que él sabía que yo sabía que no teníamos dinero...).

Entonces, cuando todo estaba perdido, cuando sabía que no teníamos salida y que definitivamente nos tocaba quedarnos a fregar los platos, mi abuela saca de la cartera un billete de nada más y nada menos que 50 euracos.

¡Era todo una broma! Y yo me la creí... Me la creí pero de verdad. Tanto es así que todo lo que os he escrito es lo que sentí durante un corto (muy corto) período de tiempo. Corto, pero intenso...

La segunda tomadura de pelo la ha llevado a cabo Manoli; la chica que ayuda a mi madre con la limpieza del hogar. Viene por las mañanas pero alguna vez le ha surgido alguna cosa y ha cambiado el turno por el de la tarde. En ocasiones ha venido también por la tarde porque mi madre necesita a alguien con conocimientos de costura y la llama para que le eche una mano con alguna prenda que está haciendo... y cosas así.

El caso es que, como tiene que venir a mi casa, Manoli tiene una copia de las llaves para poder entrar sin llamar y hoy por la mañana ha venido como cada lunes. Nos hemos visto y, antes de irme con mi abuela a pasear por la ciudad, hemos hablado un ratito. Le he contado lo que haría hoy... Bla,bla,bla.

Por la tarde, sobre las ocho, mi madre y yo nos disponíamos a comernos una hamburguesa que habíamos traído del McDonalds cuando (interrumpiendo la historia del chino que le estaba contando a mi madre) suena el timbre.

Bajo las escaleras. Los tres perros me acompañan. El más grande, Oso, (ya os imaginareis porqué se llama así) mete el ocico entre la puerta y el marco de la puerta sin que yo haya llegado al pomo para abrirla... ¿Cómo es posible? (Me pregunto.). Tiro del pomo (la puerta ya estaba abierta). ¡Zass! ¡Manoli!

  • ¡Coño, Manoli!
  • ¡Hola!
  • ¡Hola! ¿Qué haces aquí?
  • Pues qué voy a hacer...
  • Pues no lo sé. ¿Me está haciendo un abrigo mi madre y yo no me he enterado? (pensé).
  • ¿No me toca venir esta tarde? ¿Era mañana?
  • Pero Manoli, si has venido esta mañana... ¿No te acuerdas? Si hemos estado hablando y todo... ¿No te acuerdas? ¡Manoli! (Sólo me faltaba zarandearla y darle una torta para que volviera en sí).
  • ¡Me he equivocado!
  • Pues claro...
  • Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja...
  • ¿De qué te ríes?
  • Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja...
  • ¡Manoli!
  • Ja,ja,ja... ¡Que te estoy vacilando! Que vengo a traerle a tu madre un somier que tenía en casa...
  • ¡Joder! ¡Qué susto! Digo ésta se ha vuelto amnésica... Ja,ja,ja. Y, ¿para qué llamas al timbre si luego vas a abrir con la llave?
  • He llamado para que no os asustárais cuando oyérais que alguien metía la llave en la puerta y ya he abierto yo para que no tuviérais que levantaros y bajar a abrirme...
  • Pues has hecho un pan como dos ostias porque me he cagao cuando he visto que la puerta se abría sola y para eso he tenido que levantarme y bajar así que...
  • Ja,ja,ja.

Mi madre ya se asoma por el pasillo y, al vernos reir, pregunta qué ha pasado. Se lo contamos y... ¡otra que se ríe de mí!

  • Es que le dije a Manoli que se trajera las llaves por si yo había ido a buscarte a ti a la peluquería y justo venía con el somier cuando no estábamos en casa...
  • Ya. Bueno, pues cuando querais me quitais el cartel de "inocente,inocente" que llevo en la espalda a ver si así, de aquí a que termine el día, no me tomais más el pelo...

Menos mal que a las peluqueras no les ha dao por ponerse graciosillas también y teñirme el pelo de azul turquesa o algo así.