martes, 15 de septiembre de 2009

Las normas de la casa de la sidra

Siento cierto rechazo hacia todas aquellas personas que saben que existen las normas y se limitan a acatarlas sin saber por qué.

. Un claro ejemplo de este tipo de gente es el camarero que nos atendió a una amiga y a mí hace unos meses en una heladería.

Según las normas del establecimiento, cuando ocupas alguna de las mesas de la terraza sólo puedes pedir cosas que hay en la carta. En ésta no figura un simple cucurucho de helado, que era justo lo que María Tocapelotas (como segundo nombre de pila) quería consumir... Pero su amiga deseaba un granizado y eso, sin duda, sí estaba en la carta.

Pues bien, ella pide lo suyo y, cuando yo pido mi cucurucho me dicen que no porque los cucuruchos no los sirven en las mesas.

- No quiero nada entonces. Le dije.
- Vale. Respondió.

¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?

Conclusión: puedo ocupar un lugar en esa prestigiosa mesa sin consumir (mientras tú pierdes dinero por ello, claro) pero, si me pido un cucurucho aunque sea dentro de la heladería para luego salir a comérmelo fuera (que huiera sido la segunda absurdez del día en caso de que el caballero hubiese entrado en razón), tengo que comérmelo de pie junto a mi amiga porque en la mesa no se comen cucuruchos, ¿es eso?

Y lo peor de todo es que era un negocio familiar, es decir, la increíblemente meditada norma que me impedía bajo cualquier circunstancia comerme un cucurucho mientras mi amiga bebía un granizado, la pusieron ellos. ;)

A 2Km a la redonda de las mesas, ¡NO SE PUEDE COMER NADA QUE NO ESTÉ EN LA CARTA! Mensaje captado.

. Otro caso de incomprensión respecto de este tema me sucedió hace unos días. Estaba en Alcorcón y quería volver a Getafe pero, casualmente, toodo Alcorcón estaba en obras y, donde normalmente se cogen los autobuses para ir a Getafe, ya no se cogían... Había que ir a la otra punta de Alcorcón (a patita) y, para ello, era imprescindible conocer la ciudad (y tener ganas de ir a patita).

Obviamente no quería ir a patita (estamos hablando de mí) así que cogí un autobús que me llevaba hasta el final del recorrido dentro de Alcorcón y que después iba hasta Getafe. Pero claro, cuando el recorrido finaliza, has de pagar un nuevo billete para ir dirección Getafe. Eso no era un problema porque llevaba dinero y mucho dolor de pies pero lo curioso es que, cuando llegamos al final del recorrido (estábamos solos el estúpidoconductor y yo), le digo:

- Para ir ahora a Getafe, ¿tengo que bajar, dejar este autobús y coger otro (en esta misma marquesina) porque su jornada acaba o sigue usted y puedo continuar en éste mismo?
- Puedes continuar en éste pero has de bajarte y volver a pagar.

¿?¿?¿? (Démosle un voto de confianza, Mery).

- Sí, lo de que tengo que volver a pagar lo tengo claro pero, ¿es realmente necesario que me baje para volver a subir después?

(Al fin y al cabo estábamos solos. No es que fuera a sembrar el caos si voy hasta su asiento a través del pasillo...).

- Sí; es necesario.
- Vaaale.

Así que cedí a sus exigencias, bajé, pasé por el lateral del autobús hasta llegar a la puerta y subí:

- Déjà vu. ¡Buenos días! A Getafe, por favor... :)


*Claro está que en esa casa beben demasiada sidra.