domingo, 25 de octubre de 2009

Sábado sabadete, vestido nuevo y... Comenta, vaguete.


Ayer fue un día de lo más sorprendente. En principio no iba a hacer nada del otro mundo pero todo cambió inesperadamente.

Quedé con mi amigo Ezequiel en Atocha a las dos para comer un bocadillo de calamares de "El brillante". Tuve que llamarle y decirle que me retrasaría, que llegaría a y media pero, cuando quiero darme cuenta (yo iba escuchando lo "último añadido" en mi mvl y no fui consciente), eran y diez y yo todavía estaba en el primer autobús, dentro de Getafe, parada en un semáforo en verde...

Lo que finalmente me sacó del mundo "Mika" y me trajo de nuevo a la realidad fue ver a un chaval intentando pegar al conductor del autobús en el que yo iba montada. Este chico saltó para darle un puñetazo a través de la ventanilla y el que cobró fue él porque el conductor estaba en una posición más elevada. Acto seguido vino un amigote para ayudarle, el conductor cerró la ventanilla y aguantó el chaparrón de golpes que propinaron al cristal hasta que pudo salir de allí. Creo que básicamente lo que sucedió fue que algún listo había dejado el coche mal puesto y el autobús no podía pasar... No sé si el listo era el chico, el amigo o quién narices era pero se lió una bien gorda que me retrasó (por segunda vez en una sola mañana) y que me dejó bastante nerviosa. Cuando llegamos al final del recorrido y la gente bajó, yo me acerqué al conductor para preguntarle cómo se encontraba y qué había sucedido y eso es lo que me dijo.

Después de un segundo viaje en autobús logré reunirme a las tres de la tarde con mi amigo y por fin nos comimos el famoso bocadillo. Una vez culminado el magnífico plan del día no sabíamos qué hacer así que decidimos improvisar. Caminamos por El Paseo del Prado y topamos con una exposición de "Palladio". Realmente hicimos un esfuerzo por convertirnos en personas cultivadas pero, entramos sin saber quién era Palladio, y salimos sin saber quién era Palladio... Estaba claro que no nos apetecía y, cómo no, a la salida bromeamos sobre ello diciendo que nos sentíamos diferentes; que parecíamos personas nuevas con toda esa información (que era ninguna) dentro de nosotros. Pese a no poder parar de reir con nuestra ironía, tuvimos que admirar a toda esa gente que sí tiene curiosidad e interés por visitar esos lugares pero, claro estaba que ese día, ése no era nuestro sitio.

Y, ¿cuál es nuestro sitio? El cine. Y allí que fuimos. En un principio no sabíamos cuál era el más cercano y nos dejamos asesorar por algunos desconocidos que nos cruzamos por la calle. Les hicimos caso y fuimos a Serrano. Nos bajamos bastante lejos de las salas pero, como a Eze se le metió en la cabeza que en la calle Serrano hay mucho pijo, aprovechamos el paseo para presumir de nuestras mansiones, de nuestros millones y de nuestros incompetentes mayordomos (para no ser menos, claro...). Cuando por fin encontramos los cines, no había ninguna película que nos satisfaciera y nos tocó ir a Callao (donde Eze había sugerido ir desde un principio, la verdad sea dicha). Allí había más variedad pero pensamos que en Princesa el abanico sería todavía mayor y fuimos hasta Plaza España. Por fin encontramos una que nos llamó la atención: "500 días juntos". Entramos y, para nuestra sorpresa, la peli era en versión original subtitulada. O sea, que nos metemos a ver una comedia romántica (no olvidemos que no estamos hablando de "Ágora" ni nada de eso) y encima nos toca tragárnosla en V.O., ¿no? Pues naaada. ¡Eso que nos llevamos!



Al finalizar el film (muy divertido, por cierto. Estuvo genial), no sabíamos qué hacer. Ya eran las ocho y media de la tarde (eso es lo que en realidad hicimos en todo el día: nada) y a mí se me ocurrió sugerir un karaoke. Evidentemente, ¡no íbamos a ir a un karaoke, a las nueve de la noche (que seguro que no hay nadie), un sábado, nosotros dos solos!

¿Ah, no?

¡En qué hora! Eze quería karaoke, ¡pues toma karaoke! Fuimos a un ciber, nos informamos y escogimos el que hay en Avenida de América. Mientras nos dirigíamos allí, en el metro, oímos a un perro ladrar. Miramos a nuestro alrededor y justo a mi lado, una señora con un carrito... Debajo de la manta que tapaba el carrito, un perro con más mala hostia que na'. Estará asustao (pensé). ¡Hola! (Le dije).

...

Menuda lié. El perro ladrando, una bestia de 7 kilillos incontrolable y to el vagón mirándome y riéndose. La señora sujetando a la fiera de pelo gris y yo acojoná y asumiendo que, en realidad, no tengo tan buena mano para los animales... (Claro, que yo no sabía que los gremlis se vuelven locos con el agua y con un "hola"...).

Cuando llegamos al karaoke, Eze y yo cantamos juntos "No me crees" de "Efecto Mariposa", "Vete y pega la vuelta" de "Pimpinela" y me obligó a cantar "It's raining men" entre otras. Nuestras actuaciones tuvieron mucho éxito entre toda la gente del inserso que había allí (se ve que la entrada estaba prohibida a menores de 50 pero que con nosotros y otro grupo de chicas hicieron una excepción). Al final congeniamos muy bien con dos de ellas cuando se marcharon las demás y hemos quedado en volver todos juntos (sus amigos y los nuestros) algún otro dia.

Todavía, a las doce y media de la noche, cuando salimos del karaoke, a mí se me ocurre salir de fiesta por Huertas. Estábamos indecisos. Yo quería pero él no. Subimos a un vagón, le convenzo y bajamos, se raja y cambiamos de nuevo, se anima y volvemos a cambiar... La una y el metro que lo cierran. ¿Qué hacemos? ¡Vamos! Nos bajamos, nos damos cuenta de que no había otra forma de llegar a Huertas que no fuera en taxi, decidimos que no queremos gastar más dinero, volvemos al andén y no hay más trenes. ¿Nos han cerrao? No jodas que al final nos toca cojer un taxi... Bueno, pues pa ir en taxi a casa nos vamos de fiesta. Nos cruzamos con gente. ¿Es que no está cerrao el metro aún? No. Adiós al taxi, adiós a la fiesta. Regresamos al andén (sencillamente aún no había puesto el cartelito luminoso que anunciaba al próximo tren), cogimos el metro y, finalmente, cada uno se fue a su casa...

Y ése fue mi día. Debe de resultar muy largo y aburrido para quienes no lo vivieron conmigo y ahora lo están leyendo pero me apetecía mucho contarlo.

Así que, después de todo eso (y de casi convencer a Ezequiel para que "entrara a la estación de Atocha" por la salida de un parking mientras yo me iba por la verdadera entrada con la intención de "encontrarnos en el andén"), puedo decir que me lo pasé genial y que improvisamos de-puta-madre.