miércoles, 4 de febrero de 2009

La Generación del Oraldine

Bueno, antes de comenzar con el tema de esta entrada me gustaría decir que el de la cadena está muerto... No por nada, sino porque no se me ocurre un favor así... superguay, en el que invertir y depositar mis esperanzas. No quiero desperdiciarlos. ¿Y si los gasto y luego se me ocurren otros cojonudos? He de pensarlo bien... Pero lo llevaré a cabo; más tarde o más temprano, lo haré.
Esta entrada está dedicada a los piercings y estas cosas... Hoy me he hecho un segundo agujero en la oreja izquierda y estoy esperando a que se baje la hinchazón para hacerme el tercero. Ha dolido un poco, la verdad. Pero si he soportado infinidad de punzadas con los tatuajes (en dos ocasiones además), superaré esto. Lo cierto es que me va a resultar incómodo dormir de ese lado durante las próximas dos semanas pero sé que luego disfrutraré poniéndome pendientes distintos.
El caso es que hoy, debido a mis agujeros, he recordado una época del internado en la que a la gente le dio por hacerse piercings.
NOTA: Eh... Perdón, sí. Se me ha olvidado comentar que yo estuve en uno. No era un internado como el de la serie. Ni estaba Amparo Baró, ni Luis Merlo, ni el buenorro de ojos azules... Pero bueno, estaban Mª. Elena (alias "la virgen"), El de informática (norecuerdosunombre alias "Suarzaneguer" (así como suena)) y Perfecto (un chico con un nombre muy, muy irónico, pero real). Tengo muchas anéctotas; un día de estos contaré alguna.
Pero a lo que voy, es a que durante el curso que hice 1º. de Bachillerato (entonces aún llevaba un buen ritmo así que tenía la edad que había que tener para cursarlo), vino una oleada de personas que se hicieron piercings en la lengua... Les dio por ahí y, lo que más recuerdo de aquel año, es a un monón de tías en el cuarto de baño, enjuagándose la boca con el frasco de Oraldine al lado.
Estoy segura de que hay una generación entera que será recordada como "la Generación del Oraldine".