lunes, 9 de febrero de 2009

Anormal de carrito

Nunca he contado algo que me sucedió con mi padre cuando fuimos a uno de los conciertos que dio Chayane en Madrid. Fue divertido y todavía me río cuando lo pienso pero no sé si, por escrito, tendrá la misma gracia... :s
Yo me quería llevar Coca-cola (para variar) y decidí vaciar dos latas en un recipiente de estos que se utilizan para los batidos y las mezclas. Dicho recipiente (marcado con las líneas de los litros y los centilitros por fuera), en la tapadera lleva un taponcito que se abre con mucha facilidad si lo empujas hacia arriba con el dedo. Si quitas la tapadera, puedes vaciar y llenar el recipiente con más rapidez pero, si simlemente levantas el tapón, dejas la apertura justa para poner el morro y beber...

(Eh... vale. Sé que no sois tontitos y que seguramente lo habréis entendido a la primera pero, como me gusta dar muchos detalles para que os hagais una idea de la realidad, no sé si con esto basta porque describir un tarro de esos no es sencillo, ¿sabéis? Bueno, en caso de duda, dejad el comentario.).

La cosa es que sabía que tenía que tener cuidado (no sólo por mi habilidad para descubrir tapaderas y aperturas de fácil manejo en los recipientes), sino porque mi padre también me lo advirtió (era suyo y conocía los secretos y debilidades que aquel vasazo de plástico escondía...).

(¿Veis? Ya he soltado sin que os deis cuenta que era de plástico. Y, si caben dos latas de Coca-cola, tendréis una imagen también del ancho y el alto que, como mínimo, podía tener...).

(Cabían las dos latas justas, ya os lo digo...).

Volviendo al tema, decidí meter el "táper" una vez lleno en una bolsa de plástico para "prevenir".
- Padre: ¿qué haces?
- Mery: ¿no lo ves? Lo meto en una bolsa por si se sale... (A esta frase, ponedle voz de recochineo en plan... ¿¿estás ciego??).
- Padre: María, eso se te va a abrir seguro. Y el hecho de que lo metas en una bolsa no hace mucho... Esas bolsas siempre tienen agujeros o rajas y pierden por algún sitio. (Y a ésta, ponedle voz de paciencia en plan... no seas tonta, hija).
- Mery: que no, hombre... Que no. (Recuerdo haberle dicho). Las bolsas de plástico son impermeables. Ya es mala suerte que esté rota...
- Padre: María, que no... Que con esas bolsas no hace falta tener mala suerte. Está rota seguro. (Voz de experiencia y sabiduría en plan... hazme caso.).
- Mery: ¡ay! Bueno... Si tampoco pasa nada. Si la llevo así; hacia arriba, recta, no se sale... No te preocupes.
- Padre: bueeeeno. (Dijo por no discutir. Ahora lo veo claro...).

Salimos, nos montamos en el coche y, en vista del tráfico que había, decidimos meterlo en un parking al llegar a Madrid capital para coger un taxi desde allí (la puerta del recinto estaría llena de coches y sería imposible aparcar).
Íbamos con prisa (pues me entretuve preparando cuidadosamente cada detalle).
Aparcamos en el aparcamiento y subimos la cuesta a paso muy, muy ligero.
Y claro...
Bolsa pa' arriba, bolsa pa' abajo...
Rodillazo a la bolsa...
Paramos a un taxi, le indicamos la dirección y, cuando me relajo y decido echar un ojo a mi Coca-colita...
No me hizo falta mirar dentro de la bolsa. Bastaba con observar el chorrito que estaba cayendo en la alfombrilla del taxi.
Acojonada por si el conductor se enteraba y agobiada por la hora y la situación, se la di a mi padre rápidamente; sin explicaciones, con un simple "toma...".
Mi padre, anonadado y mientras se preguntaba "porqué coño me carga a mí con la bolsa", me miró y...
- Santo padre: (después de ver el hilo de Coca-cola saliendo por la bolsa... no dijo nada).
¡Se quedó con una cara...! Completamente boquiabierto. Alucinando y tremendamente agobiado. Sin saber qué hacer o dónde meterse. Mareaba la bolsa pensando qué hacer con ella. Yo creo que, en ese momento, ni siquiera pensó "te lo dije". Tenía que actuar deprisa. Ser discreto pero rápido así que decidió bajar el cristal y sacar la bolsa para no manchar más el taxi.
Automáticamente el conductor miró hacia atrás y, al ver a mi padre con medio cuerpo asomado por la ventanilla, mientras de su brazo estirado colgaba una bolsa, preguntó...
- Pobre señor taxista: ¿ocurre algo?
Yo no pude aguantar más la risa y exploté.
El taxista se mosqueó y se agobió. No paraba de mirar hacia atrás y yo no paraba de reir. Me costaba respirar pero al final logré hablar...
- Mery: no se preocupe. ¡Ja,ja,ja,ja! y... ¡ja,ja,ja,ja! No pasa nada...
- Padre: (concentrado en no darle al coche de al lado) tranquilo. Es que, chorrea un poco... Pero no se preocupe porque no le hemos manchado nada...
(Dijo mientras yo pasaba un clínex por el asiento y él chapoteaba con sus pies en la alfombrilla encharcada).
Durante unos minutos el taxista se paró en un túnel a consecuencia del tráfico y mi padre aprovechó para bajarse corriendo a vaciar el recipiente. Tiró el líquido ahí en medio, entre un montón de coches y metió el tarrito en la bolsa para llevárnoslo sin riesgos, tras escurrirlo varias veces.
Pero ahí no acaba todo...
Al llegar a la puerta y pedirnos las entradas, el tío que las revisaba me dijo que no podía entrar con eso así que, cuando mi padre me preguntó por su vaso para los batidos, tuve que darle la mala noticia...
- Mery: lo he dejado ahí...
- Padre: ahí, ¿¿dónde??
- Mery: pues en la puerta... (en plan... ¿¿estamos tontos??)
- Padre: (alucinao y resignado) o sea, que después del por culo que has dao con la Coca-cola, no sólo te lavas las manos cuando se sale y empieza a pringar el taxi sino que además, tiras mi tarrito y me dejas sin él...

Y así fue como llegamos al concierto. Yo no bebí Coca-cola, mi padre perdió su recipiente y Chayane estaba tan lejos que parecía uno de los muñecos de Playmobil...