miércoles, 29 de julio de 2009

Astérix y Abuélix

Antes de nada:

esta mañana me han hecho un análisis de sangre y ahora me comporto como si me hubiesen escayolao el brazo entero; lo muevo poco y lo tengo medio dormidillo. La enfermera ha llevado a cabo un atraco a mano armada a mi ADN. Me ha sacao sangre pa cuatro tubos ¡y yo me he dejao! Si no llega a ser por mi madre, me voy de allí corriendo (bueno, quien dice corriendo, dice con alguna táctica de distracción que me permita huir sin ser vista...). Parece mentira que, después de hacerme dos tatuajes como dos soles, me diese miedito aquella larga, gruesa y punzante aguja que iba a atravesarme una vena para chuparme la sangre como si de un vampiro se tratase...

Dicho esto:

ayer fui a ver y a comer con mi abuela (73). Nos acompañó su vecina y amiga de toda la vida, Tere (63). (Menos mal que ninguna lee mi blog porque, si no, hoy las veo narcotizando y suplantando a la enfermera para poder ser ellas las que me saquen sangre sin cuidado y con dolor por haber desvelado sus edades).

La cosa es que, para variar, nos fuimos de compras y, estando en la acera a punto de cruzar por un paso de cebra, me di cuenta de la tremenda capacidad que tengo para convencer a los demás de que hagan el gilipollas comigo. Sí, en serio. No sé qué les doy... Se me ocurrió poner música con el móvil y empezó a sonar "Ain't no mountain high enough" y, siempre que escucho esa canción, me entra un no sé qué que me hace realizar ridículos pasos de baile sin importarme quién esté mirando y yo (que se ve que logro que dichos espasmóticos movimientos parezcan naturales), les digo: ¡venga chicas! ¡Haced lo mismo que yo!

Claro, en ese momento esperas que tu abuela, una mujer madura (o por lo menos y sin duda más madura que tú), te agarre con fuerza por el brazo y te diga: "anda, María, deja de hacer el idiota que nos está mirando todo el mundo" haciéndote ser consciente de que, a tu edad, hay ciertos comportamientos infatiles (y por tanto inapropiados) que debes censurar de tu personalidad de forma inmediata... Pero, cuando ves que el espíritu de Billie Eliot (y Toni Genil también) se apodera incluso de ellas, te planteas que a lo mejor tienes algo contagioso. Porque a ver, si sólo hubiese bailado mi abuela, piensas: es un gen o algo que tienen en común. ¡Pero cuando baila también la vecina...!

Así que ahí estábamos las tres. Yo estaba en el centro y, siguiendo el ritmo y la genial melodía de la famosísima canción, juntas y muy coordinadas hacíamos eso de pasarse un par de dedos por delante de los ojos con un acompañamiento de hombros y cadera. Evidentemente, no nos olvidamos de ese paso que consiste en taparse la nariz con una mano mientras con la otra haces los cinco lobitos a to el que mira a la vez que flexionas las rodillas y, por supuesto, no podía faltar aquel clásico de "Grease" que nos hizo abrir y poner las piernas a la anchura de los hombros para poder señalar y dar un repaso con un poderoso dedo a todas las personas que estaban al otro extremo del paso de peatones...

El semáforo por fin se puso en verde y las tres recapacitamos; volvimos a ser dueñas y conscientes de nuestros cuerpos y sus actos y comprendí que, definitivamente, tengo un gran poder de convicción. El problema es que, cuando ellas ya habían vuelto en sí, yo todavía no había cesado de levantar los brazos alternativamente con movimientos sesenteros mientras agitaba de forma estúpida la cabeza y no lo hice hasta que no acabó la canción. Y es que yo, era dueña y consciente de mis actos en todo momento. :)