miércoles, 29 de septiembre de 2010
Karma
Siempre he tenido claro que la suerte estaba mal repartida pero, desde que he encontrado un trabajo perfectamente estable y bien remunerado, que curiosa y sorprendentemente también es compatible con el curso de mi vida que empiezo en octubre, he creído que puede que tal vez maybe quizás la vida comenzaba a compensarme todos estos años de desdén aunque aún me debiera un novio (no vamos a tentar a la suerte, nunca mejor dicho).
Sin embargo hoy, he podido atisbar que a lo mejor todo no es tan bonito y que es probable que los que no nacemos con estrella sino estrellados sólo seamos títeres a merced de una conspiración creada por el universo y/o el cosmos única y exclusivamente para joder mientras se preocupan de ayudar a otros.
Hoy era "mi primer día". En teoría tenía que ir para comenzar el curso de formación previo al puesto de trabajo que yo he solicitado y, cuando me dirigía a la parada del bus, me he encontrado con una vecina que me ha dicho que ha estado dos horas para coger esa misma línea y volver a casa pero que la acababa de dejar en la parada y que seguramente mi autobús sería el que la ha dejado a ella en la acera de enfrente y que tardaría en pasar lo que tarda en dar la vuelta y finalizar el recorrido habitual... "¡Qué suerte voy a tener entonces!", le he dicho...
Así que he cruzado refeliz de la vida pensando que nada podía ir mejor, que por fin se estaba haciendo un poco de justicia y, mientras esperaba, me he encontrado con otro vecino que me ha dado conversación. El bus tarda cinco minutos en dar la vuelta y pasar por donde yo estaba desde que pasa por la acera de enfrente pero yo ya llevaba media hora hablando con mi vecino sobre perros y, viendo que aunque pasara en ese preciso instante ya llegaba tarde a mi probablementeahoraEXtrabajoinclusoantesdehaberfirmadouncontrato, he llamado a la jefa y le he dicho lo que pasaba. Me ha dicho que, en ese caso, mañana por la mañana me llamaba para confirmarme si por la tarde podría darme las nociones que estaban pensadas para hoy así que me he quedado MEDIO tranquila y me he ido con mi vecino para casa.
Según caminábamos le he dicho: ¿qué te apuestas a que cuando me vaya pasa el bus? Y, jaja, jiji, que cuando estábamos lo suficientemente lejos como para que no me diera tiempo a cogerlo pero lo suficientemente cerca como para ver cómo pasa por delante de mis narices sin poder hacer nada al respecto, ¡ZAS! El que debería haber sido mi autobús, ha pasado. :)
Y ahí ha sido cuando la sensación de “la mala suerte se ciñe sobre ti de forma inexcusable pero no sin antes haber jugado con tus sentimientos para desestabilizarte emocionalmente un poco más” ha regresado a mí hasta hacerme escribir esta entrada para soltar la frustración y la incertidumbre que ahora mismo me ahogan hasta casi dejarme sin respiración.
Pero no os preocupéis. Lo superaré… Firmado: Earl.
jueves, 6 de mayo de 2010
Así es la vida
Mecagoen...
¡La vida es como nosotros la hacemos! Y si cada uno hiciese lo que debe hacer, la vida sería mucho mejor.
*A priori, hasta ahí llevo razón y seguro que todos estáis pensando: pues sí, la verdad es que sí. Si cada uno hiciese lo que tiene que hacer, la vida sería mejor; yo tambén lo pienso.
Luego...
... Básicamente y a posteiori, si cada uno hiciese lo que YO creo que tiene que hacer, ¡la vida sería la rehostia!
Algún baremo hay que tener...
Y el mío está muy bien. Os lo digo yo que siempre llevo razón (como habréis podido comprobar vosotros mismos hace tres párrafos...). Si la gente hiciese lo que yo digo y me hiciera caso, todos seríamos más felices y la frase "asi es la vida" dejaría de utilizarse sólo para lo malo; dejaría de tener connotaciones negativas y estaríamos orgullosos de poder decir que "así es la vida".
Diríamos: ¡me encanta que sea así la vida! Y, a continuación... Gracias, María. :)
Pero bueno, supongo que así es la vida.
Mecagoen...
¡La vida es como nosotros la hacemos! Y si cada uno hiciese lo que tiene que hacer, la vida sería mucho mejor.
sábado, 17 de abril de 2010
All by myself
*Claro, debí tener en cuenta antes de establecer los términos de la apuesta conmigo misma que estaba en un hospital.
Tenía pinta de haber sido guapo de joven, no me mal interpretéis. Pero, si quiero un acompañante para el resto de mi vida, lo suyo es que el susodicho me aguante unos añicos y no que esté a punto de reencarnarse...
viernes, 2 de abril de 2010
H.M.T.Q.M.
Además, me apetece hacerlo y creo que los cotilleos son totalmente necesarios para disfrutar de esta entrada como quiero que se haga.
Básicamente se trata de un paciente que está ingresado en el hospital y que está siendo alimentado por medio de una vía que le han puesto en el cuello porque no puede ni masticar, ni tragar.
Esta persona ES y siempre ha sido de muy buen comer y claro, desde hace unos meses, echa en falta un buen café con porras que alucinas...
Siempre que voy a visitarle al hospital me pregunta qué he comido. A mí y a todo el que va. Es masoca, sí. Al principio nos preguntábamos cómo podía ser así y le decíamos que pensara en otra cosa pero después vimos que sólo se entretenía viendo programas de cocina incluso en el canal más extraño y que peor se ve de toda la televisión así que ya sabéis lo que dicen: si no puedes con ellos, únete. Sin ir más lejos, el otro día le pregunta a su hermano que qué ha comido y éste, que por lo visto había sido lo mismo que el día anterior, le dice que filetes rusos para no contestarle otra vez que sopa.
Ahora le han jodido porque el hospital no tiene TDT (manda huevos también) pero él se sigue recreando con la comida en su mente. Piensa en recetas que cocinará para nosotros cuando salga y cada día tiene hambre de una cosa diferente. Me dijo que tenía una receta pensada para mí. Que eran unos macarrones, con una salsa de tomate, carne picada, foagrás, jamoncito y choricito muy picados con queso Mozarella rallado por encima y al horno.
Y un amigo, le dice que cuando llegue a casa cenará un simple sándwich frío de jamón de Nueva York (como dice él) en pan de molde sin corteza porque acababa de hacer la compra pero no le apetecía ponerse a cocinar y, muy natural, caminando para acompañarle hasta el ascensor y despedirle, mientras con una mano arrastraba la barra de cuatro ruedas de la que cuelgan las bombas y el suero y la alimentación que le están inyectando, don paciente "x" le rodea por encima del hombro con el otro brazo, se le acerca al oído (tampoco puede hablar demasiado bien) y, sin dejar de andar y con una cara que parece que está diciendo "te voy a solucionar la vida", le susurra: dime qué has comprado... Su amigo se lo cuenta y acto seguido él le dice: ¿y por qué no untas el pan con mahonesa, le metes unas hojitas de lechuguita y unas rodajitas de tomate además del jamón york?
Y por lo que sabemos gracias a un sms que le envió al rato, así lo hizo y cenó de maravilla.
El caso es que es una situación complicada. Está en mi cabeza todos los días; a todas horas y hoy, unos vecinos me han dicho que me fuera a comer con ellos a un restaurante y, con más motivo, me he acordado de él. Habíamos ido juntos a ese mismo sitio una vez y disfrutamos como enanos.
Como entrantes, una de las cosas que hemos pedido han sido croquetas. Le encantan. Es de sus platos favoritos (pero sólo si son caseras) y, aunque llevaban cebolla (y yo odio la cebolla), me he comido las que me correspondían porque sabía que él no puede hacerlo. Gracias a Dios llevaban tan poca que casi no se notaba... (Lo justo como pa darme cuenta de que la llevaban y de que aún así me las tenía que comer pero sin que me resultara desagradable del todo).
Otro entrante han sido huevos revueltos con patatas fritas. Riquísimos; con la yemita poco cuajada. Yo diría que el plato estrella del lugar. Y, por último, almejas a la marinera. Eran bien hermosas y la salsa estaba espectacular. Ligadita, intensa... Mojabas el pan y sabía como huele el mar. Y ya, como plato fuerte, han traído esos trozos de carne de buey, churruscaditos por fuera y muy rosados por dentro que para comerlos tienes que escoger el trozo que te guste y sacarlo de la piedra, ardiendo, para que no se haga más y puedas disfrutar de la carne poco hecha, con su sal gorda y, lo más importante, calentita hasta el final.
*Le habría encantado.
Tiene pendiente invitar cuando salga a su amigo a una de cabrito, a su hermano a una de sushi y yo invitarle a él a unas tortitas... Pero bueno, después de lo de hoy (y aunque aún no lo sepa), a mí va a invitarme a una de huevos revueltos, a otra de almejas y a otra de buena carne porque, las croquetas, en esa ocasión serán todas para él.
Espero que eso sea muy pronto, que todo lo malo pase muy rápido y que mi lugar en su vida vuelva a ser el de siempre sin que nada ni nadie se interponga.
A.Y.T.D.: H.M. T.Q.M.P.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Así son mis pequeñines
lunes, 18 de enero de 2010
JOVEN MUJER CASI PIERDE LA VIDA POR INANICIÓN EN UNA PELUQUERÍA
"Ella venía a hacerse unas mechas y poco más...", comenta una anciana que estuvo presente durante los hechos. "Era una chica maja. No se merecía lo que le hicieron".
La chica también concedió unas palabras a la prensa tras recuperarse del shock y dijo: "si no me gusta el color, no me gusta. Y si tienen que repetirlo, que lo repitan. Para eso les pago."
Pero (pregunta nuestro reportero), ¿a costa de su salud?
María: "mire, puede parecer increíble pero para mis amigos yo soy la primera rubia con la que se sienten cómodos y no pienso salir de la peluquería más castaña de lo que entré. ¡Es mi sello de identidad! Para ellos yo soy "la rubia" y no tenía ninguna intención de decepcionarles."
Periodista: ¿no es cierto que pensó en volverse pelirroja?
María: sí, cierto es. Pero al final decidí que quería ser rubia. Y, en cualquier caso, pelirroja... No castaña. Yo no dejo el rubio por cualquiera.
Al parecer, echaron en el cabello de la joven las mechas de decoloración habituales y dieron un baño de color al resto en tonos marrón chocolate para unificar el rubio que ya llevaba de la última vez pero no pusieron suficiente cantidad de mechas rubias y, tras aclararle la cabeza después de tres horas, exigió que le pusieran más porque era, prácticamente, morena.
Y así es como a María estuvo a punto de darle un algo allí mismo. Llevaba desde las ocho de la tarde anterior sin ingerir ningún alimento y todavía habría de esperar dos horas más hasta que su cabello mostrara el color deseado. Por fortuna, la joven tenía reservas suficientes y no sufrió ningún daño físico que pudiera dejar secuelas. "Estar tantas horas sin comer sólo podía aportarme cosas buenas", nos cuenta la protagonista.
Nuestro periodista continúa la entrevista: ¿qué dijiste a los peluqueros cuando rectificaron y te pusieron tan rubia como deseabas?
María: bueno, puse cara de cabreo y sorpresa y dije: :O ¡Ahora estoy muy rubia! Ellos se miraron anonadados entre sí y entonces añadí: que no... ¡Que es broma! Y se rieron tras comentar mi jugada y suspirar aliviados.
Tras la odisea, este cápitulo ha tenido un final feliz y hemos podido comprobar con nuestros propios ojos que todo está en orden y que María Paz sigue siendo, oficialmente, rubia de bote.
Como afirma la susodicha para rematar: "soy más rubia que nunca".
martes, 12 de enero de 2010
BricoMaría: su paridera y mi zulo
Cuando todo esto empezó, yo no imaginaba que terminaría donde estoy.
Mi perrita Molly está preñada y a punto de dar a luz. Para que estuviera en las mejores condiciones, pedí a una amiga que me ayudara a construir una paridera (ella la construyó y yo miré atentamente para la próxima). Una paridera es un habitáculo cuadrado de metro y medio/dos metros (depende de la persona y del tamaño de la perra), hecho con maderas y preparado para que los cachorros y su madre vivan en ella durante los dos meses pertinentes.
Evidentemente, los animalitos han de salir varias veces al día a estirar las patitas mientras el dueño (u sea sé, la menda) limpia sus aposentos pero duermen allí por su bienestar y el de los humanos (no imagino a cinco o seis cachorros corriendo por mi casa, meando, cagando, mordiendo... Y yo detrás con la fregona). La paridera era imprescindible. Y alguien que la vigile, también.
Y aquí es donde entro yo.
El mejor lugar para situar la paridera era el sótano. Pero claro, si estamos durmiendo en la planta de arriba y pasa algo con los cachorros, no nos enteramos... Bien, dormiré abajo cuando nazcan. Pero claro, si se pone de parto y está en mi habitación, ¿cómo la bajo yo en pleno asunto a la paridera? Vale, que duerma abajo aunque no esté dando a luz. Además, le vendrá bien para acostumbrarse a que ése va a ser su sitio los próximos dos meses. Pero claro, si está sola abajo y yo arriba en mi cuarto y se pone a parir, no me entero... Vale, me bajo con ella hasta que para. Hasta que para, mientras pare, mientras los cuida, mientras crecen...
Vale, me bajo con ella y punto
Y aquí llevo yo ya dos putos días encerrada en el sótano, con un somier improvisado que había en el garaje, un colchón, un calefactor, una mesilla de la habitación que tenía cuando era pequeña (siempre hay hueco para la nostalgia en esta mierda de zulo), una lamparita, mi ordenador portátil, mis altavoces, una tele que no funciona, la paridera, la perra y mi otra perra, Luna (va conmigo adonde yo voy).
Al final he conseguido que parezca una habitación decente pero me aburro como una ostra. Espero que esto sólo sea durante las dos primeras semanas o cosa así y, a partir de ahí, yo pueda dejarlos solos toda una tarde o toda una mañana sin que ocurra nada.
El parto estaba previsto para hoy, día doce. Pero de momento, nada de nada. Esperaré pacientemente (no me queda otra) leyendo, escribiendo, viendo películas y con un ojo abierto cuando me muera de sueño.